sábado, 20 de febrero de 2016

Vanidad y presuncion.

Mis mas sinceras disculpas con mi persona por el momento en que te puse a ti por delante de mi.

Para efectos prácticos de la velada, la esencia atmosférica cargada en mis electrones aferrados de misterio, la invitada prepotente en la orbita de mi horizonte. El flagelo de los sentimientos y su debilidad ha sido manchada en la bondad y la nobleza de quien confía, perplejo, ante un verso que profesas en veneno. La capacidad de subterfugio subyugada por la evidencia que ostenta nuestra timidez. Murió la suspicacia de la evasion, aflorando el temor que protagoniza la timidez.

Es mi culpa. Te perdiste en la inadmisible realidad del engaño, roto sollozar de invierno, morir de amor eterno... No es mi culpa. Fallaste, magullando tus entrañas en mi cenicero...  

Mi sentido pésame para las emociones que murieron, las palabras en decadencia, los pensamientos mundanos, el tiempo caducado, las disculpas masticadas, que se llevaron por un instante la virtud de mi verdad, la verdad de nuevo he proclamado.

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