Los huesos se sacuden, se revientan. La saliva se nos llena de olores, sabores y sensaciones. Desnudamos las manos buscando en las murallas del sarcasmo que nos repele, una baldosa de cortesía, vil empatia. Somos seguros de una sonrisa turbulenta infestandonos de lejanía, soledad lunar en agonía...
Te muestro mis entrañas. Antes de que acabe este ébano te escupo mi vida. Dentro de su retorcida complejidad, te ahogo, te hago parte de ella y sus delirios, quemando tu arrogancia. convirtiendo la intuición en materia, transmutando las letras en presencia, desenfundando la lengua que te quema, para ti tu calma y vibras, tu no, tu ser y tus lados.
Nos tragamos los impropios del drama mutilado en amargura, se nos empaña la soledad en la frescura de la muerte, en la enfermedad sin enfermar con cada parte que se aleja, que se va, que se nos pierde. Nubes grises sobre tus rosas negras nadando sobre tu lecho, creyendo poder llegar a un lugar sin claridad obviando la realidad y sus penas...
El fuego acota las lagrimas que exclaman el despojo de una posesión inoportuna, el infortunio de los amantes, el suicidio prescrito sobre la bondad de una promesa. La culpa se entierra sobre tu piel, desangras mi nombre, desangras mi amor frente a sus ojos. Desviste la mentira... o vívela de por vida.
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