jueves, 9 de abril de 2015

El cielo miro el amor arder.

Una mano colgaba en el desfiladero de la cama. La sangre goteaba. Su sangre se derramaba. Los labios torpes y torcidos sellados por lo que amaba. La estúpida mirada se pasmo fija sobre la nada. Su cabello se quebraba por el odio que profesaba y de un momento a otro sin aliento se quedaba. Insultaba, se fascinaba al ver desplomar las risas de la gente que detestaba 

-Todos fueron tratados por la misma saliva. Todos despacharon el mundo inoportuno...-

Que macabra habilidad, resulta fácil desenvainar las palabras cuando el amor es fugaz. Me dirás que es fascinante ser amante y estrenarte con el estandarte andante de un león elegante.

-Me reprocharas mañana mi delicada labor de amarte, que me tome mi tiempo para cortarte y desnudarte sin la necesidad de mirarte...es así. Mira...así soy-

La ponzoña lentamente se dilata en el corazón. El odio nace disipando la atención de la salvaje aventura que murió por distracción. Una noche fría. Otra noche solo. Un desierto sentimental. Una bruma entre la arena quemando todo por dentro.

-Podría seguir con esto...podría seguir con aquello. Podría tomarlo todo, aun asi tener nada. Despertarme por la mañana y enterrar los huesos por la tarde. Pero sinceramente es que ya me canse de eso



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